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Heritages

Sligo

La región de Sligo merece una visita calmada. Sus paisajes, plagados de lagos , bosques, cascadas, millones de ovejas y playas salvajes.

Si hay algo que nos quedó claro en Irlanda es que allí se desayuna. Es difícil encontrar un lugar en el que no tengan una carta de desayunos grandiosos. El de nuestro hotel en Donegal, el Gateway Lodge fue quizás de los mejores que probamos. Un plato de huevos y todo tipo de embutido irlandés y unas tortitas de buttermilk con bacon, frutas del bosque y sirope de arce.

La región de Sligo es muy conocida por ser la tierra que inspiró los poemas de William Butler Yeats y se pueden hacer rutas que recorren los lugares sobre los que escribió. Nuestra primera parada del Sligo fue uno de esos lugares, las cascadas de Glencar. Quizás no sean las más espectaculares de Irlanda, pero merece la pena darse un paseo por los alrededores para desconectar del mundo y escuchar sólo el sonido del agua.

Abandonamos Glencar y pusimos rumbo hacia Parker’s Castle, una mansión fortificada a orillas del Lough Gill. La carretera hasta legar hasta allí es increíble, con uno de los mejores paisajes que hemos visto en Irlanda. Desde Parker’s Castle salen excursiones en barco por el  Lough Gill, desafortunadamente el tiempo no nos acompañó y los barcos no estaban disponibles.

Por último, decidimos hacer caso a la recepcionista de nuestro hotel de Donegal y visitar la playa Strandhill. Éramos un poco escépticos porque pensábamos que las playas no nos podían sorprender, pero nos decidimos a ir porque también nos recomendó un restaurante famoso por sus tartas y a una buena tarta nunca se le dice que no. Cuando llegamos, nos encontramos un pequeño pueblo lleno de pequeños edificios y residencias turísticas, un poco decepcionante. Lo mejor llegó cuando llegamos al paseo marítimo y vimos el auténtico Wild Atlantic Way en todo su esplendor. La playa es sólo apta para surfistas y cuando llegamos la marea estaba bajísima y permitía adentrarse en un mar salvaje. Además, nos acompañaba un paisaje lluvioso de lo más poético.

Tras tomar 5.000 fotos, llegamos a comer al Shells Cafe, una coqueta cafetería con una pequeña tienda con productos y diseños locales. El sitio no nos defraudó, los sandwiches estaban buenísimos y las tartas aún más acompañadas con un latte de matcha.

La siguiente parada era Westport, a casi dos horas de camino, y no pudimos pasar más tiempo en Sligo, algo de lo que nos arrepentimos mucho durante todo el viaje.

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