La primera parada de la visita al condado de Donegal fue el parque natural de Glenveagh. En mi imaginación, este lugar era como el bosque encantado, lleno de lagos, árboles frondosos y ciervos. Pero esa imagen empezó a desvanecerse cuando llegamos al centro de visitantes. El entorno era bastante árido, áspero y pedregoso.
Una de las atracciones del parque natural Glenveagh es su castillo y para llegar hasta él hay que hacer una ruta de 4 kilómetros. El camino es bastante llano así que, aunque el paseo es largo, es perfectamente asumible.
Los 4 kilómetros siguieron siendo áridos hasta que llegamos a una gran puerta flanqueada con dos imágenes de ciervos (¡ciervos!¡por fin!) donde un bosque maravillosamente verde nos acompañó hasta el castillo de Glenveagh.
Lo más interesante del castillo son sus jardines, transformados en un museo botánico con plantas autóctonas y exóticas de lugares más lejanos como Japón. También es recomendable perderse por los senderos de los alrededores para ver el contraste del paisaje.
La visita a Glenveagh nos pareció muy agradable, pero no imprescindible. Fue nuestra parada antes de visitar los acantilados de Slieve League y más adelante nos dimos cuenta de que lo más espectacular de Irlanda suele estar en la costa.